A pesar de que mi mente fue oscurecida por el pecado y mis deseos estaban sujetos a malos impulsos, aunque corrompida, retuve la capacidad de elegir.
A consecuencia de eso, mi elección se inclinaba al pecado y estaba sujeto a Tu juicio. ¡Había perdido todo deseo de Ti!
A pesar de que Tú me habías creado y escogido, mi condición de pecado nos apartaba.
En medio de eso Tú no esperaste por mi para que yo encontrara el camino hacia Tí.
Y aunque yo hubiera querido, jamás hubiera podido cruzar la distancia que nos separaba.
Cuando yo estaba espiritualmente muerto y en espera del juicio de mis pecados, por medio del mensaje del Evangelio me llamaste Tú.
Y ese llamado produjo vida, fe y arrepentimiento en mi.
Y como sabías que yo por mi mismo no cambiaría, Tú te volviste el cambio en mí.
Ese acto inexplicable, misterioso y divino tuvo el poder de hacerme pasar de muerte a vida.
Y no por mi propio esfuerzo, sino por la obra misericordiosa tuya.
Tú fuiste quien me escogió para Ti y quien decidió cual célula del cuerpo de mi madre y de mi padre unirían sus códigos genéticos para crear el Pedro que soy.
Yo soy yo por una sola razón: ¡Tú me quisiste hacer así!
Tú como mi creador tienes el derecho de moldear mi vida como te plazca y en tu misericordia me has formado para un propósito noble.
Por eso ahora hablo de como me rescataste, y de que el primer paso lo diste Tú.
Tú me diste la fe para creer y dejaste que yo fuera responsable de ponerla en practica.
Cuando me regeneraste, abriste mi corazón y plantaste la semilla de la fe para que yo creciera caminando en Cristo.
Y como si fuera poco, hasta las buenas obras que yo haga fueron diseñadas por Ti de antemano.
Pero la fe sola no era suficiente y para que hubiera el cambio necesario en mi, tenía que haber arrepentimiento.
Ahora soy mas cuidadoso al decidir hacer las cosas que hago y trato de pasar mis acciones por el filtro de tu Palabra.
Ahora me esfuerzo por complacerte a Ti.
También me aclaraste muchas cosas sobre el bautismo en agua.
Me aclaraste que el bautismo en agua no es lo que me salvó y mucho menos eliminó mi naturaleza de pecado.
Yo soy salvo por el sacrificio de tu Hijo Jesús en la cruz.
Me explicaste que el bautismo en agua es un acto de obediencia y fe y simboliza la muerte al antiguo yo y el renacimiento a una nueva vida en Cristo. También es una declaración pública de mi fe y compromiso contigo.
Me regocijé más en Ti cuando me explicaste que al ser perdonado también fui justificado.
O sea, que ahora Tú me ves como si nunca hubiera pecado y cancelaste la deuda que te debía.
Y ahora me ves de la misma forma que ves a tu Hijo Jesús.
Antes yo era incapaz de complacerte pero ahora tu divino poder obra en mi y me ayuda a luchar y a triunfar sobre el pecado que aún habita en mí.
Ahora debo recordar cuando sea golpeado por los embates de la vida que en Ti tengo paz sabiendo que Tú eres mi creador, mi salvador y que me tienes eternamente en tu mano.
Por eso aún en mi vejez cuando peino mis canas, yo se que Tú eres el mismo hoy mañana y siempre, quien me sostendrá y cuidará de mi eternamente.